viernes, 10 de diciembre de 2010

Grupos libertarios y poder popular: Dinamitando el anarquismo desde adentro

Grupos libertarios y poder popular: Dinamitando el anarquismo desde adentro
(Boceteando una discusión pendiente entre nosotros/as)

La ausencia de espacios de intercambio, así como de mecanismos de discusión entre los y las anarquistas de América latina, precisa que cualquier tópico a ventilar sea precedido de una aclaración del lugar desde donde se origina la reflexión. La falta de continuidad orgánica, o movimientista si se desea, nos obliga a un cíclico eterno retorno, en donde no caben los sobrentendidos si lo que se desea es un real diálogo y confrontación de argumentos.
 
Este artículo desea cuestionar el uso del vocablo “poder popular” (PP) entre algunos círculos libertarios, sin pretender agotar una discusión que aún, salvo algunos escritos dispersos aquí y allá, no se ha dado con la necesaria rigurosidad, que debido al corto espacio tampoco será realizada aquí. Nuestra invitación a la deliberación debe comenzar con algunas aclaraciones. Quienes han venido promoviendo, en algunos países con más visibilidad que en otros, la utilización del término para sintetizar una presunta propuesta anarquista adecuada a los nuevos tiempos, lo hacen para diferenciarse de otros y otras libertarios que combaten como antagónicos, curiosamente con mucho más énfasis que al resto de la izquierda autoritaria. Según, este anarquismo de PP enfrenta a otro anarquismo que califican, siguiendo a Murray Bookchin, como “de estilo de vida”, y que caricaturizan como “dogmático”, “elitesco”, “encerrado en el pasado” y nucleado, mayoritariamente, en el denominado “insurreccionalismo”. No pretendemos negar que algunas iniciativas en el continente puedan aglutinar algunas o todas las características anteriores. Sin embargo si rechazamos con vehemencia que toda la variedad de las expresiones del movimiento libertario, desde el Rio Grande hasta la Patagonia , pueda simplificarse única y exclusivamente en este maniqueísmo: el “anarquismo organizado” –como se autocalifican los cultores del PP- versus el “insurreccionalismo”.(leer más)
 
En cambio el anarquismo con el que nos identificamos es aquel que -reconociendo la importancia de la participación en grupos de afinidad específicamente libertarios-, entiende que los valores anarquistas sólo podrán desarrollarse en un espacio dinámico de movimientos sociales, horizontales y autónomos, en conflictos concretos y reales por mejorar aquí y ahora las condiciones de vida de los oprimidos y oprimidas de cualquier signo. Y la intervención ácrata, junto a personas de otro pensamiento, no difumina nuestra identidad como anarquistas, por el contrario la potencia. Porque los valores –y no las etiquetas- que ha defendido nuestro movimiento a lo largo de la historia aspiran a ser vividos por cualquier persona con aspiraciones de justicia social y libertad, y no sólo por un grupo reducido de anarquistas convencido/as.
 
El viejo fantasma de la dictadura del proletariado
 
La propuesta anterior no es ni la mejor ni la única que complejiza la interesada polarización construida por los promotores rojinegros del PP: De un lado ellos, construyendo organización al lado del pueblo en una inédita y heterodoxa interpretación del anarquismo. Del otro, los anarquistas dogmáticos de café y biblioteca, encerrados en ghettos alejados de las masas, cuyas iniciativas aventureras solamente alimentan a la reacción. La caricaturización de la discusión en estos términos sólo esconde la propia superficialidad de las propuestas de los “anarquistas organizados”. Vayamos por partes.
 
El uso del término PP es una moda, en tiempos de presunto giro del continente hacia la izquierda por parte de gobiernos, entre comillas, “progresistas”. Por lo general, buena parte de la izquierda propone la creación del PP sin aclarar que cosa se está definiendo por ese término. En nuestros predios la confusión es aún mayor, pues se nombran cosas correctas utilizando el concepto equivocado. Antes decíamos que como anarquistas nos importan poco las etiquetas, sin embargo esta noción, como explicaremos, necesariamente adopta una significación que, precisamente, termina con hipotecar hacia la nada los valores que nos definen como antiautoritarios. Citemos el concepto que utiliza el CILEP de Colombia: “El poder popular es sobre todo potencia, porque anticipa el mundo futuro, porque en el presente manifiesta lo que está por venir. Esto último es muy importante, ya que de nada sirve construir una sociedad libre utilizando medios opresivos, jerárquicos y discriminadores” (http://www.anarkismo.net/article/12227). Como se podrá constatar la definición no descubre nada nuevo que no hayan dicho los anarquistas en el último siglo, sin embargo se esta describiendo aquello que antes se expresaba como “autogestión”, “acción directa”, “colectivismo” o cualquier concepto afín y específico del discurso libertario. La única razón para utilizar un término ajeno como propio es tender puentes y establecer alianzas con aquellas iniciativas que realizan un uso diferente de la expresión PP. El contrabando lingüístico se justifica en nombre de un supuesto “antidogmatismo”, sin embargo uno de sus objetivos es normalizar entre los anarquistas la utilización de conceptos y referentes provenientes de las organizaciones partidarias de izquierda. No es casual que el artículo del CILEP comience con una cita de Miguel Enríquez, fundador del MIR chileno.
En su precedente podemos constatar que las adjetivaciones no son fortuitas ni inocentes. El término PP es una actualización de lo que los autoritarios definían, antes de la caída del Muro, como “dictadura del proletariado”. El diccionario ruso de filosofía la definía como “resultado de liquidar el régimen capitalista y destruir la máquina del Estado burgués (…) El proletariado hace uso de su poder para aplastar la resistencia de los explotadores, consolidar la victoria de la revolución, conjurar a tiempo las tentativas de restaurar el poder de la burguesía y defenderse contra las acciones agresoras de la reacción internacional”. Esta explicación también pudiéramos hacerla nuestra, sin embargo si alguna cosa enfrentaron los anarquistas que nos precedieron fue precisamente a la dictadura del proletariado. Y buena parte de los argumentos utilizados pudiéramos rescatarlos para debatir hoy con los entusiastas del PP “libertario”. En “Estatismo y anarquía”, por ejemplo, Bakunin afirmaba: “De cualquier punto de vista que se encare ese problema, se llega siempre al mismo triste resultado, a la dirección de la inmensa mayoría de las masas populares por una minoría privilegiada. Pero esta minoría, dicen los marxistas, se compondrá de trabajadores. Sí, quizás de los que fueron trabajadores, pero que tan pronto se conviertan en jefes o representantes del pueblo, dejarán de ser obreros y contemplarán al pueblo laborioso desde la altura gubernamental; no representarán ya más al pueblo, sino que a sí mismos y sus pretensiones al gobierno del pueblo”.
Más recientemente el concepto de PP intentó desarrollarse durante la truncada experiencia de gobierno de Salvador Allende en Chile y posteriormente como propuesta de gobierno de iniciativas de izquierda, como por ejemplo la Venezuela de Hugo Chávez, en donde todas las oficinas y ministerios públicos se refundaron como “del poder popular”.
 
Los dos problemas del Poder Popular
Así como ayer la dictadura del proletariado tenía dos objeciones -¿Cuál dictadura? y ¿Qué proletariado?-, el PP encierra, de partida, un par de problemas: ¿De qué poder estamos hablando?, por un lado, y “¿quién define qué es lo popular?” por el otro.
 
Poder es una palabra polisémica, de diferentes significados. En primer lugar es una facultad, una capacidad de hacer, una habilidad para hacer cosas, el denominado “poder-hacer”. Por otra expresa una relación de dominio, un “poder sobre”. John Holloway explica el paso de un estadio a otro por la fractura del flujo social del hacer, lo cual lo transforma en su opuesto, el poder-sobre. Quienes reivindican el PP desde el anarquismo proponen la promoción infinita del poder-hacer sin aclararnos cómo se evita que no se transforme en poder-sobre. El marxista irlandés tampoco pudo explicarlo, por lo que escogió el camino anarquista: proponer cambiar al mundo sin tomar el poder. Y esto fue así porque poder es verbo y adverbio Como propuesta política el uso del término poder, como adverbio, tiene un único significado: relación de autoridad de unas personas sobre otras. Y si ayer el uso de la palabra “dictadura” sólo podía tener la consecuencia que tuvo, hoy la acumulación del poder, tenga el adjetivo que tenga, sólo tendrá un derrotero: la opresión.
 
En segundo lugar tenemos la propia definición de “lo popular”. El “pueblo” es una definición vaga e imprecisa que puede significar cualquier cosa. ¿Qué es popular y qué no? Supongamos que sea el nacer dentro de las clases más excluidas de la sociedad. Esta particularidad de origen ¿se mantiene para toda la vida independientemente de los roles que la persona ocupe y las acciones que realice? Ignacio Lula da Silva, de origen obrero, ¿es un presidente “popular”? O por el contrario popular ¿es sinónimo de aceptación por las mayorías? Por último esta mitificación de lo “popular”, como contrario a lo “elitesco”, mitifica a sus componentes como buenos por naturaleza. Y cualquiera que haya estado en un barrio o una favela sabe que su composición es tan diversa como la del resto de la sociedad: individuos potencialmente revolucionarios que conviven con otros claramente conservadores. Esta falsa confrontación, la del “poder popular” versus el “poder de las élites”, esconde la multiplicidad de relaciones de dominio que bien describe Foucault en “Microfísica del poder”.
 
Crisis de la izquierda, crisis del anarquismo
 
No es un secreto que la teoría y práctica revolucionario se encuentra en crisis en el mundo entero. De la confusión y ausencia de propuestas nuevas no escapa el anarquismo. Lo curioso es que algunas organizaciones libertarias presenten como novedosas estrategias que el socialismo autoritario han demostrado, durante diferentes momentos de la historia, como contrarías a la libertad y la justicia social. La promoción del PP por parte de iniciativas anarquistas las coloca a la zaga de organizaciones cuya táctica es la acumulación de fuerzas para la toma del poder político. Creemos que la mayor parte de los compañeros/as que han apostado por esta estrategia se encuentran confundido/as, sin referentes claros e ignorantes no sólo de la trayectoria de las luchas revolucionarias en el mundo entero. Sin embargo, es claro que en algunos emprendimientos concretos hay una intención de implosionar al anarquismo desde adentro, por parte de partidos políticos de izquierda autoritaria que, ante el descrédito por sus magros resultados históricos, necesitan rejuvenecerse adoptando una fachada seudolibertaria. Una cosa es ser cola de ratón de los partidos de izquierda, por muy “radicales” que se vendan, y otra muy diferente ser parte de las tensiones y enfrentamientos sociales con los poderes establecidos.
 
Es una tristeza que los aportes más interesantes en el fortalecimiento de conflictos y la promoción de las luchas populares en la región vengan de la mano de los sectores autodenominados autonomistas (Holloway, Colectivo Situaciones, etc), que precisamente han incorporado valores anarquistas a sus propuestas, afirmando que este resultado es parte de la “evolución” de su marxismo. Sin embargo, esta y cualquier crisis también son una oportunidad. Pero para superar este estancamiento, o el claro retroceso al que nos invitan los deslumbrados por el poder popular, hay que experimentar apasionadamente en la propia vida cotidiana y descifrar los enigmas y retos de nuestro tiempo. Aquí coincidimos con las palabras de nuestro querido y recordado Daniel Barret: “una creación social libertaria y socialista no puede concebirse como el resultado espontáneo de una nebulosa legalidad histórica ni como un designio caudillista ni como una operación de ingeniería bajo la forma de la planificación central ni como una casualidad ni como un advenimiento mágico: una sociedad libertaria y socialista sólo puede ser el fruto de una profunda decisión autonómica y de una interminable sucesión de luchas y de gestos que se forman en los pliegues de la conciencia colectiva”. 

Rafael Uzcátegui

No hay comentarios.: