(…) nunca la ley, por bárbara que sea
Ha servido para suprimir un vicio,
O para desanimar el delito.
Enrrico Malatesta. La cocaina (1922)
En la mañana del 20 de abril del 2006, en un barrio del estado de Guerrero aparece un mensaje tétrico: “Para que aprendan a respetar”. Lo escabroso de la escena es que el mensaje esta acompañado de dos cabezas decapitadas, son las del comandante Mario Núñez y la del policía estatal Alberto Ibarra que yacen clavadas en el filo de las rejas de las oficinas de la Secretaría de Finanzas del Estado. En esos momentos éste lenguaje aun no es claro, incluso resultaba inimaginable entender que este hecho apenas seria la primer estela que profetizaría el devenir de una barbarie exhibicionista de corte medieval, producto de la tan cacareada “guerra contra el narcotráfico” del Calderonato.
El temor y el pánico comienzan a colectivizarse e invaden las fibras humanas más sensibles debido a las tan espeluznantes primeras planas de un sensacionalismo mediático seudo periodístico y rapaz que impone la espectacularización de lo que llaman narcomensaje; con un nuevo lenguaje apocalíptico pero que fundamentalmente se orienta a la desmoralización social. El nuevo lenguaje que acompaña al fenómeno del narcotráfico es la de una nueva semiótica del fenómeno Narco: narcomantas, narcofosas, narcoejecuciones, narcotuneles, narcocorridos, en síntesis narcocultura. Con ello se crea una especie de sensacionalismo mediático que más que atender y profundizar en el fenómeno se mercantiliza el morbo y se solapa los intereses de una Guerra que no es nuestra, convirtiéndola entonces en una guerra sicológica. Pero, ¿estamos, a caso, en los umbrales de una guerra y contra quien va?
Consumado el fraude electoral y en la toma de protesta como “presidente” de México (2006), Calderón sentencia que la política de su gobierno será la mano dura contra la delincuencia. Semanas después y haciendo alarde como gobierno posa para tomarse una foto surrealista (a la mexicana) con uniforme militar, de talla extra grande, y en compañía de un equipos de fútbol Soccer de popularidad en México (club deportivo Guadalajara), que dicho sea de paso se observa al cardenal de Guadalajara dando la bendición a un tanque militar. El hecho robo encabezados de la prensa nacional. Para varios analistas esa fue una pose temeraria donde prevalecía un discurso de un gobierno que carece de legitimidad, pero que por cualquier coste buscaba dicha legitimidad por medio de la santificación del Ejercito Mexicano. Meses después Calderón anuncia que sus cruzados serán lanzados a la guerra contra el mal; 45 mil elementos del ejército y 5 mil policías federales son desplegados en 18 entidades de México que hoy pinta en púrpura.
GUERRA Y FICCIÓN
El filósofo Frances M. Foucault (1926-1984) nos dice que "La política es la guerra continuada por otros medios… El derecho es una cierta manera de continuar la guerra, en tanto que la lucha es antes de, dentro de y después de la misma guerra siempre buscando imponer una voluntad. Karl Von Clausewitz (1780-1831) en su libro De la Guerra, afirma que la guerra no es otra cosa que un duelo en una escala más amplia. (…) en la que cada uno intenta imponer su voluntad por medio de la fuerza física. La guerra es -sigue- un acto de fuerza para imponer nuestra voluntad al adversario. Pero más adelante añade que el resultado de la guerra nunca es absoluto [1]. Sin embargo en México pareciera que la “Guerra contra el Narco” fundida en la voluntad de los buenos (Calderon y compañía) es de una beligerancia ilimitada del “bien versus Mal” que ha arrastrado consigo más de 34 mil 612 ejecuciones, de las cuales 15 mil 273 ocurrieron en 2010[2], además enfurece la cifra de 900 niños asesinados en enfrentamientos o ataques directos. Cifra escalofriante que rebasa la cifra de muertes en la Guerra de Irak con 15,000 muertos (en marzo del 2003). Pareciera que, en efecto, prevalece una lucha de dos partes que sin reparar y por todos los medios orientan una voluntad belicista buscando imponer su voluntad. Se pensaría que por la cantidad de decesos nos hallamos en el cenit de una guerra, sin embargo, aun cuando las cifras de muertes aumentan “los malos” no se rinden y, entonces, el montaje se viene abajo.
NARCOTRÁFICO EN MEXICO, UNA INSTITUCIÓN VERNACULA
Ya desde finales del siglo XIX, con la emigración y asentamiento chino al norte de México, se ejercía el cultivo de la amapola para efectos de ornato en jardines de la región. Cuando el gobierno de Estados Unidos legaliza el tráfico de alcohol, las mafias norteamericanas por todos los medios buscan comprar un sustituto del alcohol que genere mayor ganancia de lo invertido, es entonces que presionan a narcotraficantes del norte de México para comprarles marihuana. Cuando al ejército estadounidense le falta morfina para sus heridos durante la segunda Guerra Mundial, el gobierno mexicano no solo se hace de la vista gorda en el cultivo y la venta de droga, sino que permite la exportación a los Estados Unidos. Así es como en el norte de México la siembra y producción de la droga se convierte en una actividad económica sin precedentes incluso se convertirse en un factor de poder.
Por conducto de dos generales es asesinado el gobernador de Sinaloa Rodolfo Loaiza, debido a que dichos generales pretendían gobernar y controlar el cultivo y tráfico de amapola. En ese momento el líder de la Izquierda Nacionalista mexicana, Lázaro Cárdenas del Río justificó que si bien es cierto que Rodolfo Loaiza toleraba los cultivos de amapola, se debía a que los réditos del tráfico de la amapola servían para el desarrollo social de un Estado desfavorecido. A la postre, políticos y traficantes bien aliados arriban al gobierno de Sinaloa por conducto de Leopoldo Sánchez Celiz, quien no solo apadrinó, sino que les abrió el mercado a los grupos de narcotraficantes de la época. Es entonces que para algunos críticos tiene origen en México el Narcopoder.[3] Mientras que en los 70’s en México estalla el consumo de marihuana fundamentalmente en los circuitos universitarios y en los medios intelectuales, en el norte y fundamentalmente en Sinaloa se afianzan las primeras familias de narcotraficantes: los Favela, Los Fonseca Carrillo, Los Caro Quintero, Los Payán, pero es Raúl Salinas Lozano (padre de Raúl y Carlos salinas de Gortari) quien se consolida como el patriarca de la droga en el norte de México. Y es en el gobierno de Carlos Salinas de Gortari (1988-1994) cuando se consolida el narcotráfico en las instituciones de gobierno de todas las regiones del país, de hecho el narcotráfico se convierte gobierno.
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La droga como valor de uso y como valor de cambio genera en México 19,000 millones de dólares (mdd), según cálculos de Expansión con datos de los gobiernos de México y de Estados Unidos. Pero sobre todo, como objeto prohibido toma un matiz tan codiciado para consumidores y aun más para los empresarios dedicados al negocio. Debido a dichas ganancias que produce el narcotráfico, nos encontramos que la consolidación del cartel del Golfo[4] como una potente organización de narcotraficantes en el norte de México se debe gracias a la injerencia de la familia de Salinas y la complicidad de gobernadores, en ese entonces, como Ernesto Ruffo Appel de Baja California Norte (perteneciente al PAN), de Jorge Carrillo Olea de Morelos (por el PRI) y qué decir del “hermano incomodo” Raúl Salinas de Gortari quien fuera socio exclusivo de Juan Gacía Abrego, exjefe del Cartel del golfo. Dicho Cártel se a convertido en una importante empresa de carácter transnacional. El gobierno de Salinas fue quien le dio la concesión, al Cartel del Golfo, de un grupo militar de élite que después se autodenominaron como Los Zetas, convirtiéndose estos en un grupo militar privado a las órdenes del cartel del Golfo y que sustituye a grupos civiles armados del Narcotráfico. En febrero del 2010 los Zetas se hace independiente y se convierten en enemigo del Cartel del Golfo. Lo que le caracteriza a éste grupo es su práctica sádica, parecida a la práctica sádica que utilizaron militares en centro América para acabar con las revueltas en aquella región. El levantón o secuestro, la torturar, el desmembramiento, las decapitaciones se convirtieron no sólo es su lenguaje sino en un símbolo de poder, de colapso y estremecimiento social.
Es en Febrero de 1996 cuando llega a las manos de la prensa mexicana y de los partidos de oposición un documentos del Centro de Inteligencia de Antinarcóticos (CIAN) que a la cabeza decía “Avances del análisis de la información sobre el narcotráfico en México”[5], debajo de la rubrica de CIAN sorprende la nota de “SECRETO”, que a mi juicio pretencioso quiere decir secreto de Estado. Sorprende que tanto la prensa como partidos de oposición en aquel entonces se inmovilizaron ante dicho documento, y es debido a que el contenido implicaba sustancia potencialmente peligrosa ya que se vincula a toda la familia del expresidente Carlos Salinas con carteles especialmente del Golfo y de Juárez que en ese entonces la encabezaba el “santísimo señor de los cielos”.
La invención de los carteles no son sino una expresión de corte capitalista que especula con la rigidez de las prohibiciones, ya que el hecho de tipificar a las drogas como ilegales y por lo tanto delito venderla y delito consumirla, éstas se sobrevalúan y las ganancias que deja son estratosféricas. Cada cartel tiene consigo una región, y en cada región tienen incrustados políticos y policías en los gobiernos locales, incluso en los federales. Así “la guerra contra el Narcotráfico” no es sino una lucha por el control de las regiones, una lucha por la ganancia.
SOBRE LOS MUERTOS Y EJECUTADOS
Sergio Gonzales Rodrigues en su libro de El hombre sin cabeza (Anagrama 2010) nos dice que la pérdida de la cabeza remite, en su metáfora más emblemática, a la pérdida de la razón, a la falta de ideas claras, paradigmas sintomáticos del hombre moderno, que ha extraviado el rumbo en un mundo saturado de estímulos, donde cada vez es más difícil separar la realidad de la ficción. La reflexión que hace Sergio sobre las decapitaciones es de suma importancia, pues a manera de metáfora nos da pie para hacer una analogía crítica sobre la actualidad en México, país que esta siendo decapitada su razón. Tan solo véase y nótese que gran parte de los ejecutados y decapitados son jóvenes provenientes de extractos sociales pobres, y es aquí donde el concepto de clase se remarca debido a la lucha de empresarios de la droga por el control de las regiones.
Actualmente en México, en los medios de comunicación se difunde y estigmatiza a los hijos de la crisis, los llaman “Ninis” (Ni trabajan Ni estudian), estos se convierten, en hijos de la desesperanza, futuros consumidores o narcomenudeistas, proclives candidatos a ser ejecutados por vender la droga de la empresa enemiga. Y, entonces la guerra se convierte en una ficción, en una realidad de lectura equivocada, ya que prevalece la guerra por el control territorial de circulación y venta del fruto prohibido.
Ahora, más que nunca el planteamiento y la propuesta anarquista de Malatesta no solo se hacen necesaria sino vigente: “Nosotros (los anarquistas) proponemos otro remedio. Declarar libre el uso y comercio de la cocaína, y abrir las expenderías en las que la cocaína fuese vendida a precio de costo, o incluso bajo costo… Después hacer propaganda sobre los daños de la cocaína en su consumo. Nadie haría propaganda contraría porque nadie podrá ganar con el mal de los cocainómanos.[6] He aquí el método anarquista que bien pudiera echar abajo la pantomima de las elites políticas y económicas de México que especulan sobre la vida de los pobres.
Por: Matías, miembro del Colectivo Autónomo Magonista- FLL
[1] Von Clausewitz, Karl. De la Guerra. Colofon, 2006.
[2] Diario La Jornada, 14 de enero del 2011.
[3] Luis Astorga, “Crimen organizado y la organización del crimen”, en Crimen organizado y gobernabilidad democrática, John Bailey y Roy Godson (eds), Grijalbo, México; 2000.
[4] El cártel del Golfo, con sede en Matamoros, Tamaulipas, es uno de los cárteles dominante en las últimas décadas en México. Su dominio se debe gracias a ser socios con Raúl Salinas de Gortari.
[5] CIAN/EMDO, 2 de septiembre de 1995.
[6] Errico Malatesta. Cocaina. Humanita Nova. Agosto, 1922
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